viernes, 27 de noviembre de 2009

¿ DESPENALIZACION DE LA EUTANASIA ?

Una mañana, Isidro Vidal, jubilado sedentario y benévolo,
descubre que el proceso de sustitución generacional se ha acelerado.
Hordas de atléticos muchachos recorren Buenos Aires
a la caza de viejos débiles y lentos………

DIARIO DE LA GUERRA DEL CERDO
Adolfo Bioy Casares


Vivimos tiempos de despenalización.

El relativismo moral se ha instalado con fuerza.

Se debate por estos días la despenalización de la droga y la despenalización del aborto.

Me pregunto si, con menos alboroto, con absoluta discreción, pero por cierto, mucha efectividad, el gobierno no avanza en lo que, por asimilación, bien podría considerarse una suerte de despenalización de facto de la eutanasia.

Seguramente, parafraseando al genio de Bioy, sería menos brutal hablar de “sustitución generacional”, expresión más ajustada a la “neohabla orwelliana” K, para definir el proceso de virtual aniquilación de la clase pasiva que ejecuta este gobierno.

Resulta auspicioso que comiencen a escucharse algunas voces cuestionando la utilización de los recursos de ANSES para la mal llamada asignación universal de $180.- por hijo, que viene a consolidar, dicho sea de paso, el saqueo de los recursos del sistema previsional perpetrado hace un año, que algunas de esas voces apoyaron.

Es para preocuparse, en cambio, la sorprendente indiferencia social que ha acompañado, hasta aquí, el perverso ensañamiento del que ha sido víctima uno de los sectores más desprotegidos de la sociedad.

En particular, en su momento no se conocieron objeciones similares a las comentadas, cuando se apeló al mismo inescrupuloso mecanismo, para incorporar al sistema a quienes estaban al margen de la cobertura del régimen previsional.

Paradójicamente, el discurso oficial se ufana exaltando una política previsional de exterminio, como el paradigma de la sensibilidad respecto a un sector secularmente postergado.

En efecto, el troquel de mendacidad que identifica a la comunicación oficial, exhibe la política de ajustes del nivel de las prestaciones, junto con la ampliación de la cobertura previsional -dos infaltables muletillas del manual de estilo del funcionario K-, como el sello de calidad de su política social.

Tratándose de un gobierno que -en palabras de George Orwell- ha hecho del engaño consciente su acto esencial, no sorprenderá entonces que esas supuestas y legendarias “conquistas”, sean apenas una burda falacia.

LA REALIDAD FALSIFICADA

Ajuste de haberes previsionales

* Cuando se alude críticamente al largo período de inmovilidad de los mismos, previo a 2002, se omite aviesamente, que se trató de un período en que la estabilidad de precios mantuvo inalterable su poder adquisitivo.

* La afectada apología de los 12 incrementos otorgados desde 2002, oculta prolijamente que hasta junio de 2006, los aumentos dispuestos excluyeron a las jubilaciones superiores a $1.000.-, cuyo poder adquisitivo quedó así reducido a una quinta parte por la inflación registrada, al cabo de cuatro años de congelamiento.

Es interesante advertir que el límite de $1.000.-, no representaba, ya por entonces, una expresión de privilegio en materia de ingresos, ya que sólo alcanzaba al 70% del salario medio del sector formal; dos años más tarde, la inflación ya lo había sepultado bajo la línea de pobreza.

Resulta francamente ofensiva, a la luz de estos datos, la vergonzosa defensa explícita de esa estafa, que semanas atrás ensayó Roberto Lavagna, por entonces Ministro de Economía, en una disertación en la UCA, con el argumento baladí de priorizar, frente a aquella emergencia, a la franja más postergada del sector.

Extraño criterio de justicia distributiva, que encubre el propósito no explicitado de usar el Gasto Previsional como variable de ajuste.

Algo así como decir: -No estamos dispuestos a destinar más que un 5% del PBI al Gasto Previsional.

En consecuencia, la redistribución sólo puede darse al interior del sistema.

Moratoria

Cuando posamos la mirada en la otra atrofia degenerativa que presenta el sistema –jubilación indiscriminada sin requisitos de aportes-, se despliega en toda su dimensión la grosera inconsistencia de la argumentación oficial.

Así, el criterio de estanqueidad del sector, que sustenta la imposición del requisito de autofinanciación, no se aplica cuando se lo concibe como proveedor de fondos para financiar el gasto social.

El supuesto implícito consiste en que el conducto de entrada de fondos extraordinarios al sistema está obturado, pero el conducto de salida, lo regula a voluntad la autoridad económica.

Bajo esas condiciones, la celebrada incorporación de 1.800.000 nuevos beneficiarios al sistema, se financia con el ahorro generado por la deliberada mengua provocada en los haberes de quienes aportaron a lo largo de su vida laboral.

Lo que se dice,… una auténtica redistribución entre pobres..!!!.

Hubiera sido más justo y más sensato no sumar tensiones al sistema jubilatorio, asumiendo el carácter no contributivo de la cobertura propuesta, y transparentando su financiamiento con recursos presupuestarios genuinos.

La justicia de dar cobertura social a nuestros mayores en estado de vulnerabilidad, está fuera de toda discusión.

Pero el sentido común indicaría que la demanda debiera atenderse por fuera del sistema previsional, que carga ya con demasiadas distorsiones, evitando, por sobre todo, que su costo grave la de por sí anémica condición, de los actuales y futuros jubilados.

El esquema de moratoria adoptado ha cambiado radicalmente la situación presente y futura del sistema previsional argentino, introduciendo un cambio estructural en la lógica de financiamiento del ya remendado modelo, con letales consecuencias para su sustentabilidad.

· Los beneficios otorgados a través de la moratoria alcanzan ya al 40 % del total de jubilaciones y pensiones que paga el sistema, y representan más del 30 % de las erogaciones totales en prestaciones previsionales

· 1 de cada 3 beneficios que paga el sistema previsional no fue respaldado por los aportes correspondientes.

REVELAR MENTIRAS

El ejemplo desnuda el artilugio del gobierno:

No se concibe a los recursos del sistema previsional como un pasivo que lo obligue con quienes los aportaron, sino como fondos de libre disponibilidad, para ser usados discrecionalmente, con independencia de la razonabilidad del nivel de las prestaciones.

Sólo basta analizar unos pocos números, para poner al descubierto la perversa estrategia montada para generar excedentes financieros, a costa del atraso deliberado de los haberes previsionales.

Evidencias

1.- La evolución de la relación del haber jubilatorio medio, respecto del salario medio de la economía, muestra un consistente deterioro en los últimos cinco años, desnaturalizando la lógica original del sistema, estructurado en base a una cierta proporcionalidad entre jubilación y salario (
1).

Una jubilación media que apenas alcanza al 30% del salario medio, producto de una dinámica de ajustes

deliberadamente desacoplada de la evolución del salario, habla a las claras de una política que discrimina en contra de la clase pasiva.

Las conclusiones son aún más sombrías si se advierte que entre 2003 y 2008, la relación entre la jubilación media y el salario mínimo vital se derrumbó de 1,60 a 0,78, y que el haber mínimo jubilatorio, que equivalía entonces al 85% del salario mínimo, apenas alcanza ahora al 65% del mismo.

2.- Resulta asimismo revelador, analizar la evolución comparada de salarios y jubilaciones en el período 2003/2008

La remuneración media real de los asalariados registrados creció un 51 %, mientras el haber medio real del sistema de reparto mejoró sólo 19%.

El ingreso medio real de los beneficiarios del sistema jubilatorio no sólo creció poco más de un tercio que el ingreso medio real de los asalariados registrados, sino que perdió terreno respecto de la evolución del PBI, cuyo crecimiento en el período fue del 50 %.
En buen romance, eso significa que el gobierno dispuso dejar a los jubilados al margen del aumento de los bienes y servicios disponibles en la economía.

3.- La ponderación que un rubro de gasto tiene en el total del Gasto Público, constituye un buen indicador del criterio de asignación de prioridades que orientan la gestión del gobierno.

Al respecto, se observa que el peso proporcional del gasto en Seguridad Social, que representaba el 39,8 % del gasto total en 2003, se redujo al 38,4 % en 2008, registrando una caída relativa de 3,5 %, mientras que en el mismo período, la importancia presupuestaria relativa de los ingresos de la Seguridad Social crecía un 42 %, evolucionando desde un 13,6 % a un 19,3 % del total de los ingresos públicos.

Otro abordaje, nos indica que, mientras la relación de los ingresos de la Seguridad Social respecto del PBI, entre 2004 y 2008 crece un 61 %, la proporción del gasto en Seguridad Social en relación con el PBI, se incrementa sólo un 24 % en el mismo período.

Esta asimetría que presenta la dinámica de los flujos de ingresos y gastos de la Seguridad Social, así como la pérdida de peso relativo de los recursos asignados a la misma, en relación con el resto de las erogaciones presupuestarias, confirma la intencionalidad tácita de disponer discrecionalmente de los recursos del sistema, a costa del nivel de vida de la clase pasiva.

MALFORMACIONES

Como corolario, resulta inevitable alguna referencia tangencial a las características de nuestro Sistema Previsional, si bien excede al marco de este análisis, por definición acotado a denunciar la matriz fraudulenta del discurso de un gobierno, cada vez más parecido al régimen descripto por George Orwell, en “1984”.
Se hace necesario, en razón de su vinculación con los conceptos expuestos, y sin duda pone en evidencia, la necesidad de abrir un profundo debate sobre el tema, que comprometa a toda la sociedad.

Al cabo de múltiples intervenciones sufridas a lo largo de las últimas seis décadas, que bien podrían constituir un modelo del Manual de malas prácticas en Políticas Públicas, a la vez que un paradigma de la frustración nacional, el sistema previsional argentino exhibe las huellas de variados acosos y ultrajes, que no excluyeron confiscaciones ni saqueos, en general dictados por la demagogia, más que por el pensamiento estratégico.

Nacido de cuño “bismarckiano” (
2), la metamorfosis aleatoria provocada por multiplicidad de parches, muchas veces inconsistentes, y a menudo impuestos por necesidades coyunturales, ha mutado en un híbrido inclasificable, pero sin duda más cercano a un esquema “a la Beveridge”(3).
En efecto, mal podría concebirse como contributivo a un sistema que exhibe las siguientes características:

° menos de dos aportantes por cada beneficiario

° 8 de cada diez beneficiarios cobran la pasividad mínima (2/3 del salario mínimo)

° 4 de cada diez pesos de beneficios se financian con recursos no contributivos

° sólo 2 de cada 3 beneficiarios cumplieron con los requisitos contributivos

LA REALIDAD NOS INTERPELA

La vejez, como bien expresa Marguerite Yourcenar, en Memorias de Adriano,
(4)en boca del emperador, es “la edad en que la vida es una derrota aceptada”; no es menos cierto, sin embargo, que “los viejos son la memoria de las cosas en carne viva”, como escribe Jorge Fernández Díaz.

. ¿Qué estará diciendo de nosotros, un espejo que nos devuelve las imágenes simultáneas de una sociedad activamente militante por el rescate de la niñez, pero a la vez conformista y claudicante, paralizada por una fatalista aceptación de la indignidad que soportan los viejos?

RICARDO SALDAÑA

(1) Las distorsiones que arrastra el sistema, obligarían a redefinir su naturaleza, poniendo en cuestión la efectiva sustentabilidad de esa lógica, bajo su actual funcionamiento.

(2) De base contributiva. Proporcionalidad beneficio-salario.

(3) No contributivo. Criterio asistencial, con beneficio básico y no proporcional al salario.

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