viernes, 8 de enero de 2010

INSPIRACION COBISTA Y OLFATO DE TECNO POPULARIDAD

Pertenecer al gobierno de los Kirchner es tan incómodo como ser remero de una nave romana de las guerras Púnicas.
Nunca se sabe cuando al matrimonio se le ocurrirá hacer esquí acuático.

Al igual que Julio Cobos en su momento, Martín Redrado acaba de desobedecer una expresa instrucción de la Presidenta y su esposo, en este caso, de utilizar seis mil millones de dólares de las reservas del Banco Central (BCRA) para hacer frente al pago de vencimientos de la deuda externa argentina renegociada entre 2004 y 2005.

Ambos desacatos tienen algunos puntos en común.
Al emitir su famoso voto “no positivo”, el vicepresidente utilizó la facultad constitucional de desempatar una votación en el Senado.

En aquella ocasión, Cobos no dudó en darle la espalda al gobierno pretextando el mantenimiento de la paz social -claramente alterada por la Resolución 125- y percibiendo que tal rebeldía lo pondría en alta consideración pública.

Vis a vis, Martín Redrado fundamentaba su negativa en el hecho de que el BCRA es una entidad independiente del Poder Ejecutivo y que sus reservas no pueden ser utilizadas para pagar vencimientos de acreedores externos.

Sólo resta averiguar si el economista intentaba, a su modo, posicionarse para la Argentina política que del futuro próximo.

El plantón de Redrado es, en realidad, un doble “no”.
Primero, porque desoye el reclamo de la Casa Rosada para remitirle parte de las reservas del BCRA; después, aclara que no piensa en renunciar frente a la exigencia en tal sentido.

Las similitudes con el vicepresidente de la Nación son exquisitas.
En ambos casos, el gobierno logró transformar a dos cargos grises, ajenos a las grandes pasiones populares, en verdaderos testimonios de resistencia efectiva y símbolos de la dignidad inmanente al respeto por la ley.

También ahora, como lo hizo con Cobos, la Presidenta se ha metido en una crisis institucional en la que es particularmente vulnerable, sencillamente porque no tiene las herramientas necesarias como para forzar a los díscolos a hacer lo que desea, salvo aplicarle la sanción de despedirlo con un decreto de necesidad y urgencia (DNU).

La máxima estratégica que enseña que no deben iniciarse batallas que no puedan ganarse ha sido ignorada nuevamente.

En rigor, la conducta de Martín Redrado es coherente con la ley.
No es un mero capricho.

La misión del BCRA, debe recordarse, es la de “preservar el valor de la moneda” (Art. 1° de su Carta Orgánica) y que, en virtud de tal cometido, “el Banco no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional” en lo que respecta a la “formulación y ejecución de la política monetaria y financiera” (Art. 3°).

En otras palabras: Redrado no está obligado a obedecer a la Presidenta en el cumplimiento de su rol institucional, ni mucho menos a presentarle su renuncia.
Su patrón es el Congreso, no la Casa Rosada.

Si una decisión del Ejecutivo pone en riesgo sus deberes, es su responsabilidad resistirla.
Es la misma coartada del vicepresidente, ahora vigorizada por una opinión pública decididamente hostil al kirchnerismo.

Nadie podría pensar en que Redrado es un ortodoxo estricto en materia económica, y que por ello estaba dispuesto a jugárselas en contra el matrimonio presidencial.

Desde su paso por el menemismo (origen de su caracterización como “Golden Boy” del riojano) hasta su designación como presidente del BCRA durante el mandato de Néstor Kirchner, el economista supo surfear por diferentes políticas económicas sin que su coherencia fuera severamente atacada.

Es, sin dudas, un liberal pragmático con un par de ideas bien claras.
Una de ellas es la que le que le señala que bajo ninguna circunstancia debería enfrentar una denuncia penal por apartarse de sus obligaciones al frente del Banco.
Y la otra es la que le susurra que está a un ápice de convertirse en una especie de tecnócrata adorado por el gran público.

Precisamente por ello Redrado actúa como lo hace.
Sólo con profundizar la maniobra de inspiración cobista, consistente en presentarse como un defensor de las instituciones por sobre las arbitrariedades de los K, puede lograr reconocimiento instantáneo y concitar apoyos de toda laya.

Si la crisis entre el gobierno y el BCRA se profundiza es posible que alumbre un “Golden Cobos” con aspiraciones mayores.
Como en las mejores épocas del 1 a 1, el pretexto de defender el valor de la moneda está a horas de convertirse en una actividad enormemente popular.
Redrado lo intuye… ¿se animará a seguir adelante ahora?

Como con Cobos, el gobierno logró transformar un cargo gris, ajeno a las grandes pasiones populares, en verdadero testimonio de resistencia efectiva.

Con una opinión pública hostil al kirchnerismo, Redrado intuye que está a un ápice de convertirse en una especie de tecnócrata adorado por el público.
O terminar olvidado como Martín Lousteau.
Pablo Esteban Davila

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