sábado, 5 de junio de 2010

DE LA ACTRIZ RAQUEL WELCH

De la actriz Raquel Welch (Chicago, 1940) nadie espera un discurso moralista o anticuado.

Quizá por eso un artículo suyo publicado recientemente en la web de la CNN con el título «It’s sex o’clock in America» ha causado tanta sorpresa.

Desde que Margaret Sander abrió en 1916 la primera clínica de planificación familiar nada ha vuelto a ser lo mismo.

La proliferación de los métodos anticonceptivos ha tenido un efecto brutal en hombres y mujeres y ha conducido a un gran cambio en los valores morales.

Como yo viví la sexualidad femenina durante este periodo revolucionario, sé cómo ha afectado a América, para bien o para mal.

A comienzo de los 60´ la píldora facilitó a la mujer la opción de postergar la maternidad hasta establecerse en una carrera.

No obstante, las jovencitas fértiles (y yo era una de ellas) primero consideraban cuidadosamente los efectos a largo plazo de los anticonceptivos orales antes de tomar una decisión.

Me quedé embarazada por primera vez a los 19 años y, aunque estaba casada con el padre del bebé, no me sentía preparada para ser madre: tenía que postergar mis ambiciones laborales.

Pero la decisión no era sólo mía. Aunque siempre había querido tener hijos con Jim, no estaba muy segura de cómo iba a reaccionar él, porque éramos dos recién casados de 19 años luchando por sus metas.

Fue inflexible en su determinación de conservar el bebé y eso cambió completamente el curso de las cosas.

Siempre lo amaré por cómo reaccionó en ese momento de nuestras vidas.

Durante el embarazo me di cuenta de que ese proceso no se trataba de mí: era espectadora de una metamorfosis que tenía lugar en mi seno para que otra vida pudiera nacer.

Fue un acto de sacrificio, especialmente para mí, como mujer.

Pero ambos estábamos completamente involucrados, no sólo en ese momento, sino por el resto de nuestras vidas.

Fue atemorizante.

Se podría pensar en lo fácil que sería pegar la vuelta y esquivarle al bulto, pero no conozco a nadie que pudiera hacerlo.

Jim y yo tuvimos dos hermosos hijos que son una constante bendición para nosotros.

Con el tiempo, arremetí con todo sola, como madre soltera, para procurarme una carrera en el cine. No era lo ideal, pero mis hijos no me impidieron progresar:

me hicieron poner los pies en la tierra y me llevaron a una precoz maduración.

Debo agregar que el tener dos hijos no arruinó mi silueta.

Pero si hubiera tenido una actitud diferente sobre el sexo, la concepción y la responsabilidad las cosas habrían sido muy distintas.

Un significativo efecto de la píldora en la actitud sexual femenina fue:

“Ahora podemos tener sexo cuando queramos sin consecuencias.

¡Bien, divirtámonos!”.

Tal parece que ya nadie es capaz de rechazar el sexo o de comprometerse con una persona

A la pregunta:

“el matrimonio ¿sigue siendo viable?” respondo que debo admitir que me avergüenza haberme casado cuatro veces, porque el matrimonio es el pilar de la civilización, institución esencial que mantiene estable la sociedad, protege a los hijos y evita la anarquía.

En contraste, la falta de inhibiciones sexuales, lo que se suele llamar "liberación sexual" ha eliminado la prudencia y el discernimiento a la hora de elegir pareja sexual.

Antes, eso equivalía a elegir pareja para toda la vida, ya que podía ser el padre de tus hijos.

Ahora -sin compromisos- la confianza y la lealtad en las parejas se ha perdido, y eso conduce irremediablemente a la infidelidad.

Como resultado del ejemplo de sus padres, en los 90´ la promiscuidad sexual de los adolescentes -el intercambio sexual con múltiples parejas-, se ha vuelto moneda corriente.

Muchos de mis amigos, padres de adolescentes, se quedaron con la boca abierta cuando se supo que el sexo oral era una práctica habitual entre las niñas de la escuela secundaria.

La hija de 13 años de uno de esos amigos admitió alegremente haber practicado con frecuencia fellatio a varios muchachos de la escuela.

"-Pero, mamá, qué problema hay, si todo el mundo lo hace"-dijo.

Aparentemente, si no hay penetración, los jóvenes no lo consideran sexo.

¿Puede una persona normal no sentirse alarmada por ésto?

En serio, amigos: si una sex-symbol entrada en años como yo les agita una bandera colorada para mostrarles cuán bajo han caído los estándares morales, quiere decir que el asunto está muy, pero muy mal.

Debido precisamente a la imagen sexy que tuve corresponde que les diga:

¡Vamos, chicas, a arremangarse: somos capaces de algo mucho mejor!

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