MISIÓN K-ANGOLA
El país está en manos de Beatriz Rojkés de Alperovich,
presidente del Senado nacional, ya que Cristina Kirchner y su vice están
anticonstitucionalmente en el exterior.
Si bien ambos no deben viajar
simultáneamente, y para salir del país tienen que pedir autorización al
Congreso, pasaron por alto el trámite, dando por sentado que el poder, este
poder, no rinde cuentas a nadie.
A la señora Rojkés no la recuerdan muy
bien en su provincia, donde supuestamente es la primera dama.
Los tucumanos no
parecen respetarla, como tampoco el resto de los argentinos, ya que al sentarse
en la presidencia de la cámara alta confesó que no tenía idea de lo que debía
hacer en ese cargo.
El cuestionado vicepresidente de la Nación, Amado
Boudou, viajó a Suiza...
¿a controlar las cuentas bancarias, con algunas valijas
estilo Antonini Wilson?
Jamás lo sabremos.
Es una misión secreta, aunque podemos
sospechar que se trata de sacarlo del medio ante la abrumadora evidencia en su
contra en las diversas causas que se sustancian en el juzgado de Ariel
Lijo.
Cristina Kirchner, mientras tanto, partió de safari a Angola, uno
de los países más pobres y corruptos de África, sometido desde hace 33 años por
una cruel dictadura civil, de tipo “familiar”, como las que simpatizan con ella
(Cuba y Venezuela) y que ella misma fomenta en nuestro país.
Con precisas
indicaciones presidenciales, Guillermo Moreno mandó y acompañó hasta allí el
arca de Noé, con vacas, ovejas, textiles y comestibles telúricos, para que el
dictador angoleño haga demagogia con la miseria de sus compatriotas (más del 50%
de la población vive bajo la línea de indigencia).
La generosidad
argentina se remató con la oferta de un crédito por 100 millones de dólares al
gobierno angoleño, que, curiosamente, es uno de los países con mayor reserva de
petróleo y diamantes en el mundo.
Parece que en Angola lo que falla es, como en
Argentina, la distribución de la riqueza, que tanto predica la nueva Evita que
tenemos por presidente.
Como en Argentina está todo bien, cualquier
ciudadano tiene su economía resuelta, los jubilados cobran el 82% móvil, tenemos
los mejores hospitales públicos, las escuelas son un primor, las carreteras,
cloacas y conexiones de gas son óptimas, la energía y los combustibles están
asegurados, los transportes funcionan maravillosamente, no hay inflación ni
inseguridad y nadie se muere de hambre, la presidenta y su entorno decidieron
mostrarse magnánimos, pero no con el pueblo angoleño, sino con el corrupto
sistema de gobierno del país africano.
Es difícil pensar que 400
empresarios argentinos se prendieron a este safari económico, es decir a una
experiencia de caza mayor en una ciudadanía con escasa instrucción y con un
nivel de vida bajísimo, por vislumbrar allí oportunidades de negocios.
Que los
“emprendedores” de La Salada o los supermercados chinos hayan visto una
posibilidad de intercambio entre iguales, parece verosímil.
Lo que no
resulta creíble es que ejecutivos de empresas nacionales de primera línea que
hoy operan en importantes mercados del mundo (Arcor o Aceitera General Deheza,
por citar solamente a las de origen cordobés) consideren a Angola como un
objetivo imprescindible para sus negocios.
Esto nos lleva a pensar en la
corrupción mayúscula que corroe al país y que, permeando todas las áreas de
gobierno, se desparrama generosamente por los círculos más cercanos al poder
kirchnerista: el empresariado.
La misión K-Angola es, sin duda, uno de los
emprendimientos más corruptos de la gestión CFK, superando con creces a los
negociados de De Vido, del vice Boudou y hasta a los Sueños Compartidos de Hebe
de Bonafini y compañía.
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