martes, 10 de julio de 2012


SIN SU PERMISO, SEÑORES...

Una de las principales características que definen a los gobiernos de corte autoritario es el acoso oficialista a la prensa.

En los gobiernos acabadamente totalitarios, en cambio, esta peculiaridad esta ausente.

Ello se debe, antes que a la falta de voluntad del régimen para acosar, a que el objeto de acoso ya ha sido “revolucionariamente” exterminado.

En la Cuba de Fidel Castro, en la Alemania de Hitler, en la China de Mao Tsé Tung o en la Unión Soviética de Stalin, nunca existió algo siquiera parecido a lo que en el “cochino” capitalismo liberal se conoce como “prensa libre”.

Usando terminología marxista se podría decir que el totalitarismo, nazi o comunista, es la etapa superior del populismo autoritario, de derecha o izquierda.

En América del Sur, son cuatro los gobiernos nacionales que avanzan en paralelo hacia esa última etapa.

En el lugar más aventajado está el régimen de Hugo Chávez en Venezuela y le siguen, en orden de importancia decreciente, el de Rafael Correa en Ecuador; el de Evo Morales en Bolivia, y el de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.

Todos ellos, con éxito diverso, han hecho el intento de cerrar los grandes medios de comunicación.

El comandante Chávez, por ejemplo, ha cerrado la cadena Radio Caracas Televisión.
Por su parte, el presidente Rafael Correa, justicia adicta mediante, hizo condenar a tres años de prisión y a pagar cuarenta millones de dólares de multa al dueño del diario más importante de Ecuador.

En Bolivia, Evo Morales amenazó con multas y cierres temporales a medios que difundan "informaciones dañinas”, aún cuando estas sean auténticas.

El kirchnerismo, en tanto, ha intentado despojar a la empresa “Papel Prensa” a sus legítimos dueños con argumentos falaces y afirmaciones falsas.

No es casualidad tampoco, que los cuatro mandatarios busquen perpetuarse, en y desde el poder, a través de reelecciones indefinidas y que, en función de ello, hayan y sigan propiciando leyes para el cese directo y/ o control, de medios de comunicación.
En contraste rotundo el presidente del Uruguay, José Mujica, con buen tino ha opinado que: “la mejor ley de medios es la que no existe”.

Nadie lo ha hecho aún, pero sería un ejercicio interesante el contabilizar, en cada discurso, el número de ataques a la prensa que hacen estos presidentes y los otros.
Dicho estudio podría resultar útil para elaborar un patrón estadístico €comparativo general de la tendencia al totalitarismo en los primeros mandatarios.

Así, por ejemplo, descubriríamos que los últimos cinco presidentes chilenos no han elegido, ni aluden en forma sistemática a la prensa como el enemigo del gobierno y la nación.

Lo mismo vale para los presidentes uruguayos, colombianos y de otros países avanzados del mundo

¿Será que, en donde gobiernan los Mujica y los Piñera la prensa no está al servicio de la oligarquía y el “imperialismo” yanque? o

¿Será que la prensa es el enemigo porque no está al servicio del proyecto de poder de los Kirchner, los Morales, los Correa y los Chávez?

La importancia democrática-republicana de la prensa libre no está dada, solamente, porque desde su lugar de independencia puede señalar las irregularidades, negligencias o vicios de los gobiernos; la prensa libre se revela igual o más importante porque a través de ella se puede expresar, efectivamente, la oposición política partidaria a los gobiernos.

El mandamás, el autoritario quiere hablar sólo; por eso lo hace tanto y tantas veces.
Detesta que otros hablen sin su permiso.

El problema de todo gobierno autoritario es que la prensa libre, buena o mala, nunca pide permiso.

Mauricio Ortín

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