QUE HAY DETRAS DE LOS CACEROLAZOS
No fue casual que los recientes cacerolazos contra el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en la noche del jueves pasado,
surgieran en los mismos barrios porteños donde empezaron a sonar las cacerolas
contra el corralito del gobierno de Fernando de la Rúa y su ministro de
Economía, Domingo Cavallo, allá por 2001.
Tampoco fue casual que las
protestas a cacerola limpia arrancaran tras una jornada cargada de rumores, más
tarde desmentidos desde el Gobierno, de que podrían pesificarse los depósitos
bancarios en dólares.
Podría decirse que al sentimiento opositor de
vastos sectores porteños hacia el kirchnerismo se sumó la memoria colectiva de
quienes temen volver a vivir los tensos tiempos que signaron la caída del
gobierno delarruista y el duro tránsito hacia el fin de la convertibilidad uno a
uno.
Distintos analistas de opinión pública consultados coinciden en que
la raíz de las demandas que invocan los portadores de las cacerolas es
económica.
Sin embargo, el hecho que determina el paso de la simple bronca
contenida a la acción callejera es la combinación entre el malestar
socioeconómico y la percepción de corrupción en lo más alto del poder
político.
"Aun cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es
visualizado por la mayor parte de la sociedad como menos corrupto que otros
gobiernos, como el de Carlos Menem, la asociación de casos como el Boudougate
con problemas como la inflación, el aumento de precios de la canasta familiar,
la ineficiencia del Estado para impedir tragedias como la de Once y, finalmente,
las restricciones para comprar dólares, termina siendo determinante", opinó la
analista de opinión pública Graciela Römer.
En otras palabras, el cóctel
dado por percepción de corrupción y ataque al bolsillo propio puede ser mortal
para cualquier gobierno.
"El supuesto cínico de parte de la clase media
argentina es que, como todos roban, mientras nos vaya bien económicamente,
podemos mirar para otro lado.
Pero cuando, además de robar, toman medidas que
afectan nuestro bolsillo, nos rebelamos", sintetizó Römer.
Para el
sociólogo Eduardo Fidanza, de Poliarquía Consultores, el cacerolazo es por el
momento "una expresión de protesta relativamente aislada y protagonizada
fundamentalmente por población de clase media alta de barrios de la ciudad de
Buenos Aires".
Sostiene que, sin embargo, "puede ser el germen de una protesta
más generalizada de las clases medias de los grandes centros urbanos del país",
tal como la ocurrida en 2008, en medio del conflicto con el campo, que anticipó
el rechazo de votantes independientes a Néstor Kirchner en las elecciones
legislativas realizadas un año después.
Detrás de las cacerolas, "más que
la inseguridad, están la inflación, el descenso de los ingresos familiares, el
temor a la desocupación y una ansiedad anticipatoria de la crisis", según
Fidanza.
Distintos sectores sin distinción partidaria están convocando en
estas horas a un nuevo cacerolazo para este jueves.
El movimiento, por ahora
incipiente, refleja cierto hartazgo hacia un estilo de gestión y un intento de
advertencia al Gobierno frente a la incertidumbre económica, los fantasmas del
pasado y los temores de una profundización de las medidas intervencionistas.
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