martes, 5 de junio de 2012


QUE HAY DETRAS DE LOS CACEROLAZOS



No fue casual que los recientes cacerolazos contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en la noche del jueves pasado, surgieran en los mismos barrios porteños donde empezaron a sonar las cacerolas contra el corralito del gobierno de Fernando de la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, allá por 2001.

Tampoco fue casual que las protestas a cacerola limpia arrancaran tras una jornada cargada de rumores, más tarde desmentidos desde el Gobierno, de que podrían pesificarse los depósitos bancarios en dólares.

Podría decirse que al sentimiento opositor de vastos sectores porteños hacia el kirchnerismo se sumó la memoria colectiva de quienes temen volver a vivir los tensos tiempos que signaron la caída del gobierno delarruista y el duro tránsito hacia el fin de la convertibilidad uno a uno.

Distintos analistas de opinión pública consultados coinciden en que la raíz de las demandas que invocan los portadores de las cacerolas es económica. 

Sin embargo, el hecho que determina el paso de la simple bronca contenida a la acción callejera es la combinación entre el malestar socioeconómico y la percepción de corrupción en lo más alto del poder político.

"Aun cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es visualizado por la mayor parte de la sociedad como menos corrupto que otros gobiernos, como el de Carlos Menem, la asociación de casos como el Boudougate con problemas como la inflación, el aumento de precios de la canasta familiar, la ineficiencia del Estado para impedir tragedias como la de Once y, finalmente, las restricciones para comprar dólares, termina siendo determinante", opinó la analista de opinión pública Graciela Römer.

En otras palabras, el cóctel dado por percepción de corrupción y ataque al bolsillo propio puede ser mortal para cualquier gobierno.

"El supuesto cínico de parte de la clase media argentina es que, como todos roban, mientras nos vaya bien económicamente, podemos mirar para otro lado. 

Pero cuando, además de robar, toman medidas que afectan nuestro bolsillo, nos rebelamos", sintetizó Römer.

Para el sociólogo Eduardo Fidanza, de Poliarquía Consultores, el cacerolazo es por el momento "una expresión de protesta relativamente aislada y protagonizada fundamentalmente por población de clase media alta de barrios de la ciudad de Buenos Aires". 

Sostiene que, sin embargo, "puede ser el germen de una protesta más generalizada de las clases medias de los grandes centros urbanos del país", tal como la ocurrida en 2008, en medio del conflicto con el campo, que anticipó el rechazo de votantes independientes a Néstor Kirchner en las elecciones legislativas realizadas un año después.

Detrás de las cacerolas, "más que la inseguridad, están la inflación, el descenso de los ingresos familiares, el temor a la desocupación y una ansiedad anticipatoria de la crisis", según Fidanza.

Distintos sectores sin distinción partidaria están convocando en estas horas a un nuevo cacerolazo para este jueves. 

El movimiento, por ahora incipiente, refleja cierto hartazgo hacia un estilo de gestión y un intento de advertencia al Gobierno frente a la incertidumbre económica, los fantasmas del pasado y los temores de una profundización de las medidas intervencionistas.

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