LE PASO AL CAMPO LA FACTURA DE LA FIESTA
La primera novedad conocida ayer es que la crisis recesiva de
la economía se abatió sobre el Estado.
Daniel Scioli debió elegir sólo entre dos
alternativas.
Desvalijar al ya castigado sector agropecuario o resignarse a no
pagarles a los empleados públicos el sueldo y el medio aguinaldo de junio.
La
provincia de Buenos Aires tiene más de 500.000 empleados en la administración
pública. "Y los municipios podían estallar", dramatizaron cerca del gobernador.
La pregunta sobre por qué aceptó firmar una medida tan impopular tiene su
respuesta en la otra alternativa con que contaba.
Se hubiera convertido en el
primer gobernador, desde la crisis de 2001 y 2002, en atrasar el pago de
salarios y aguinaldos.
La segunda novedad claramente percibida es que el
peronismo gobernante (y, sobre todo, el kirchnerismo) decidió transferirle a la
economía privada la carga de una larga fiesta de dispendios.
El gasto público
está en su mayor porcentaje histórico sobre el total del PBI.
Inmerecido aumento
del empleo público, subsidios inexplicables a casi todos los sectores sociales,
obras públicas con precios desorbitados y arbitrarios, y una manifiesta
desconfianza en la gestión privada de la economía.
Esos han sido los trazos de
la administración económica del kirchnerismo en sus nueve años de poder.
La
decisión de que otros hagan el ajuste es, además, inoportuna.
El impuestazo
bonaerense cayó sobre una sociedad muy sensibilizada por la retracción económica
y por las restricciones a la libertad cambiaria.
El precio político a pagar
podría ser muy alto para Scioli y para la Presidente.
Los cacerolazos de ayer en
la Capital fueron la reproducción, atenuada todavía, de recordadas sublevaciones
sociales.
La marea de la bonanza económica, en efecto, ha bajado ahora.
También vienen en declinación las encuestas de la Presidente.
La necesidad
financiera del Estado es fácilmente perceptible.
Otra vez, como en 2008, el
cofre más seductor es el que encierra la renta agropecuaria.
"Tenemos una
situación complicada con la economía internacional y con la nacional", explicó
ayer el propio Scioli.
Es cierto, pero es igualmente verdadero que las
complicaciones de la economía afectan a todos los sectores, incluido el
agropecuario.
El Estado en general (la Nación, la provincia de Buenos
Aires y los municipios) se llevarán unos 5000 millones de pesos adicionales,
sólo en el distrito provincial más grande del país.
Impuestos provinciales y
municipales recaudarán unos 2600 millones de pesos más.
La administración
nacional se hará de otros 2500 millones. Scioli ha dado muchas explicaciones
reservadas sobre semejante aumento en la carga tributaria, pero la justificación
se encuentra en otra noticia. No pudo colocar un bono en el exterior para un
crédito de 1000 millones de dólares, que estaba previsto en el presupuesto.
Hizo
algunos sondeos y las respuestas fueron desalentadoras: la tasa de interés que
le exigían superaba el 20 por ciento anual.
Es el mismo caso de Córdoba;
por eso, el gobernador José Manuel de la Sota postergó el bono por 200 millones
de dólares que pensaba ofrecer en el mercado internacional de
créditos.
Las tasas en el exterior se fijan por el riesgo país.
La
Argentina tiene hoy el mismo riesgo país de Grecia, dos veces y media más alto
que el de España, el país que está ahora en el centro de la crisis
internacional.
El conflicto para el kirchnerismo es que la desconfianza en los
países europeos tiene su explicación en la crisis de la eurozona.
No hay ninguna
razón internacional, en cambio, para explicar la desconfianza en la Argentina.
Las únicas razones que existen se esconden detrás de los manejos y de los
desmanejos de los funcionarios argentinos.
Desventajas
Si bien Scioli explicó que
quedarán excluidas de los nuevos impuestos las tierras afectadas por la
inundación o la sequía, lo cierto es que el sector agropecuario en general está
trabajando con serias desventajas.
Cobra sus exportaciones con el dólar oficial,
pero debe pagar sus insumos con el dólar pa
ralelo o con precios que crecieron al
calor de la inflación en pesos o en dólares. La sequía ha dejado una mala
cosecha, que significa un 20% menos de soja y casi un 50% menos de maíz.
El
precio internacional de la soja está salvando de la ruina a los productores,
pero ellos pagan el 35% en retenciones, además de los otros impuestos
nacionales, provinciales y municipales.
Hasta hace diez días, dirigentes
nacionales agropecuarios le propusieron a Scioli una negociación.
La propuesta
incluía un aporte directo de 450 millones de pesos al tesoro de la provincia y
un aumento gradual de la valuación de la tierra que podía significar un
incremento del 300%.
No hubo respuesta.
El gobernador decidió negociar
directamente con los dirigentes rurales de la provincia, pero con éstos no hubo
acuerdo.
Según los dirigentes nacionales, el aumento general de impuestos
anunciado ayer significarán subas de entre el 1700 y el 2000%.
Ninguna sociedad,
en la historia de la humanidad, aceptó pasivamente semejante rapacidad por parte
del Estado.
El problema no se termina en Buenos Aires. Cristina Kirchner
les ordenó a los gobernadores de provincias agropecuarias (a Scioli, en primer
lugar) que hurguen en la renta rural antes de pedirle dinero a ella.
Es una
manera inteligente, pero extrañamente obedecida, de repartir el costo político
del ajuste en el sector privado.
Ajuste que no hará el Estado.
Es también un
regreso a la lógica de la resolución 125, que consistió en despojar de recursos
al eficiente campo argentino para transferirle al Estado los fondos que éste ya
no tiene.
El problema ahora es político.
¿Hasta dónde llegarán las
secuelas sociales de las decisiones que está tomando el kirchnerismo?
Dirigentes
rurales rogaban ayer que el paro con movilización de la próxima semana no se
convierta en cortes de rutas, aunque habrá productores al costado de los
caminos.
La clase media de la Capital, golpeada por la inflación y con sus
libertades restringidas para acceder al dólar, ya venía en virtual estado de
rebeldía.
Nunca fue mayoritariamente kirchnerista; lo es cada vez menos.
Todavía
vaga e incipiente, la vieja alianza de 2008 entre ruralistas y sectores sociales
urbanos, cuando sucedió la guerra del kirchnerismo contra el campo, parecía
repetirse.
Lo único que no fue una novedad es la condición vanguardista
de la provincia de Buenos Aires como referente de las crisis políticas y
económicas del país.
Todas las crisis empezaron siempre ahí.
El kirchnerismo
tuvo la ventaja de la disciplina.
Scioli obedeció otra vez.
A pesar, incluso, de
que el kirchnerismo lo desgastó sin cesar (gracias a los Mariotto de este
mundo), mientras se cocinaban las condiciones económicas y sociales de la crisis
que ayer sólo comenzó.